“No cualquier persona es adicta al juego”

(Entrevista Exclusiva).- La Licenciada en Psicología Débora Blanca, argentina y de paso por España, disertará hoy en Madrid y la semana próxima en Barcelona. Antes charló con Focus LATAM sobre el presente de la ludopatía.

¿Cómo se acerca usted al tratamiento de adictos al juego?

Yo empiezo a trabajar en el juego en 2003, aunque me recibí de psicóloga en 1992. Arranqué trabajando con pacientes psicóticos adultos en relación al trabajo corporal y psicodramático a los que yo les proponía jugar.  Y justamente lo que no puede hacer un jugador patológico es jugar lúdicamente. Es paradojal que se llame jugador a alguien que no juega, ya que es alguien que en todo caso apuesta, apuesta compulsivamente y está intoxicado de juego. No lo hace para divertirse, para pasarla bien, para estar con otros, para desarrollar su imaginación o su fantasía, no es ese el lugar que tiene el juego en el ludópata. Entonces, cuando en 2003 me proponen coordinar un grupo de jugadores compulsivos me encontré con algo que empezó a apasionarme, tenía que ver con escuchar relatos muy descarnados de gente que sufría mucho por un lado, pero que a la vez no sufría. ¿Por qué? Porque sufría por las consecuencias que tenía el juego en su vida, pero no se daba cuenta de lo que hacía, y ese es el problema de cualquier adicción, la falta de conciencia de enfermedad. Allí empecé a investigar, a leer, a articular, porque yo soy psicoanalista y desde el psicoanálisis no hay mucho escrito en relación al juego patológico. Empecé a tomar autores psicoanalistas clásicos o de estos tiempos y fui pensando y articulando lo que yo veía con cuestiones que ya están teorizadas y ahí seguí. Es una patología muy grave con consecuencias muy graves. La ludopatía de todas las adicciones es la que tiene mayor índice de suicidio, hay mucho sufrimiento en el jugador y en el entorno.

¿Por qué decidió formar Entrelazar? (Entrelazar es una organización dedicada a la investigación, la capacitación y asistencia en el campo de la adicción a los juegos de azar).

Con Mariela Coletti  que es con quien escribimos el primer libro La adicción al juego no va más, trabajábamos en un lugar juntas y luego armamos Entrelazar, tuvo que ver con las ganas de seguir investigando, de seguir pensando, algunas cuestiones en relación a esta afección que sigue bastante silenciada en lo social. Hay como un pacto de silencio, por un lado en el ludópata que no cuenta que juega, es algo que oculta, y hay también un silenciamiento del lado de la familia, del entorno, pero la patología está en toda la familia, como en toda adicción, hay cosas en la familia que están funcionando mal. Esto se llama codependencia, porque la familia también silencia e inconscientemente sostiene la adicción. Esto sucede hasta que pasa algo grave y se pide ayuda. Lo grave en el juego suele ser una pérdida muy importante de plata, es como la sobredosis en la adicción a las drogas, es cuando se dice que se tocó fondo. Entrelazar logró y va logrando que se hable y que se pueda difundir lo que le pasa al jugador, a la familia.

En los últimos años, ¿bajó la edad de inicio en la adicción al juego?

Sí, bajó. Hay varias razones, sobre todo por los cambios de paradigmas socioculturales. Puede ser desde cómo se vive hoy, al lugar que ocupa la tecnología, los dispositivos, las nuevas subjetividades, la cultura vende de cómo vivimos. Esto hace que los jóvenes de chiquitos se conecten con la tecnología, con los nuevos modos de jugar, son “nativos digitales”. El jugar actual invita a una continuidad de esta relación del sujeto con la máquina. En la ludopatía hay una escena que se repite, en el caso de los jóvenes es una persona con una máquina, que se va intoxicando en la relación con esa máquina. También se ha modificado la cultura del trabajo, se piensa en plazos más cortos, la plata hay que ganarla rápido, y el juego está pensado como algo que da plata rápidamente. Con lo cual los niños en general empiezan con los juegos en red, que no son de azar, pero todo va preparando el terreno. Entonces muchos chicos a los 18 años ya empiezan a ir “a las maquinitas” antes de ir a bailar, los casinos, los bingos están abiertos toda la noche… Lo que hay que tener en cuenta es que no cualquier persona es adicta al juego. Uno puede estar rodeado de máquinas y sin embargo no poner ni cinco pesos, algo emocional tiene que pasarle a una persona para que empiece a jugar compulsivamente. Algo afectivo, algo que no está pudiendo resolver en su vida.

Hay como un pacto de silencio, por un lado en el ludópata que no cuenta que juega, es algo que oculta, y hay también un silenciamiento del lado de la familia, del entorno, pero la patología está en toda la familia, como en toda adicción, hay cosas en la familia que están funcionando mal.

¿Cómo le parece que se trata al ludópata en las casas de juegos?

En los casinos, aquí en la Argentina, que es la experiencia que yo tengo, incluso he trabajado en capacitación para empleados de una empresa de bingos, se ven fuertes escenas de ludópatas. Porque es muy diferente el jugador social del ludópata, el social va al bingo o al casino como podría ir al cine o al teatro, es una salida que elige, acompañado de pareja, de amigos, a la que destina una cantidad de dinero, que si gana mucho, mejor, y si pierde, bueno, era parte del asunto. El jugador patológico no va a jugar porque quiere o por placer, sino porque lo necesita, porque está enfermo de eso, no va acompañado, va solo, y se queda hasta que pierde todo. Y, si se va con una ganancia, va a volver muy pronto para perder, porque no es adicto al dinero, es adicto al juego. En los casinos o los bingos las escenas de los ludópatas son dramáticas: le gritan a las máquinas, les tiran azúcar para endulzar la suerte, se ponen a llorar, se arma una ritualidad frente a la máquina. Hay muchas personas que no quieren volver a su casa, porque es volver a la realidad, una realidad en la que no saben qué hacer. El personal de los bingos, de los casinos se encuentra con una situación muy compleja. Los empleados tienen un sufrimiento psíquico importante por estar en contacto directo con los ludópatas. Lo ambiental favorece y si la plata es virtual es mucho más fácil perder la noción del tiempo y del dinero. En los lugares más humildes la gente pobre encuentra condiciones mucho mejores que las que tienen en sus casas: calefacción en invierno, aire acondicionado en verano, baños limpios… Una barrera posible es la autoexclusión, un mecanismo por el que una persona que no puede decidir por ella misma dejar de jugar, decide pedirle al establecimiento que no le permita entrar. Esto solo no funciona, porque el jugador siempre va a buscar la manera de hacerlo, la autoexclusión es ideal siempre que no sea una medida más, sino que vaya acompañada de un tratamiento.

Uno puede estar rodeado de máquinas y sin embargo no poner ni cinco pesos, algo emocional tiene que pasarle a una persona para que empiece a jugar compulsivamente. Algo afectivo, algo que no está pudiendo resolver en su vida.

Débora Blanca representa a la Argentina (junto a especialistas de España, Portugal y Uruguay) en la I Jornada Científica “Investigación en el juego patológico, una visión Ibero-Latinoamericana” que se lleva cabo en el día de hoy en Madrid. El próximo lunes 25 se presentará una conferencia magistral sobre Juego Patológico en el Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona.